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LA MONARQUIA REPUBLICANAPues bien, en 1974 Duverger publicó 'La monarquía republicana', un libro que resultó desconcertante para muchos lectores españoles, que por aquellas fechas, con Franco todavía vivo, estábamos familiarizándonos con las llamadas 'previsiones sucesorias' en la jerga de la Dictadura, una terrible condena legal que traspasaba los poderes de Franco al Rey, y que nos condenaba, si no tomábamos las medidas, a seguir siendo un país autoritario. Porque hay que decir que aunque hay que aplaudir al Rey que impulsase la Transición y el proceso constituyente, la otra opción, la de dejar las cosas como estaban e intentar mantener las leyes del franquismo, hubiera supuesto antes o después la caída irremisible de la monarquía.El libro de Duverger aclaró las ideas a una sociedad que había padecido 40 años antes una cruenta guerra civil en la que el Ejército, bajo banderas nazis y fascistas, derrocó a la 2ª República. Como es lógico, en 1974 el concepto de república en España era identificado con el antifranquismo, con las libertades democráticas, con la mitad de los regímenes victoriosos de la II Guerra Mundial que habían construido una entidad admirable llamada Occidente. Y la monarquía era en principio el legado de Franco, la continuidad de la autocracia, la continuación del ostracismo de nuestro país, que tuvo problemas para ingresar en la ONU y que, como es natural, no fue admitido ni en la OTAN ni mucho menos en el Mercado Común. Nuestra perspectiva era certera, pero desenfocada por la propia experiencia. En 1974 eran monarquías algunas de las democracias más sólidas el mundo: la británica, la danesa, la holandesa, la sueca, la noruega. Y en cambio, el término 'república' se aplicaba a numerosas satrapías. En ese marco, Duverger nos explicó que los verdaderos reyes de las democracias son los elegidos que ostentan la legitimidad electiva y son titulares del poder Ejecutivo. En este sentido, son auténticos reyes los presidentes de los EE UU y Francia, los jefes de Gobierno del Reino Unido o del Japón. «Los 'reyes elegidos' –explica Duverger– no suceden directamente a los 'reyes hereditarios' y las 'monarquías republicanas' no son regímenes intermedios entre las monarquías tradicionales y las repúblicas no monárquicas, sino la forma contemporánea que toma la república en los países más desarrollados económicamente y más tradicionalmente democráticos». En otro lugar, Duverger explica que «los regímenes políticos de los EE UU, de Gran Bretaña y de Francia, no difieren más que en apariencia: presidencial en Washington, parlamentario en Londres, mixto en París. Pero una misma realidad les une, al margen de la diversidad de sus apariencias constitucionales: los tres tienen como centro de animación un monarca elegido, al cual el parlamento tan sólo sirve de contrapeso, más o menos según los casos». Semejante planteamiento tiene un corolario: en el caso del régimen democrático español, que no existía en aquel momento, lo relevante no era/es tanto la forma de Estado sino la legitimidad del 'rey republicano' que gobierna, en este caso el presidente del Gobierno, elegido en votación de 2ª grado por el Parlamento. En definitiva, se equivoca quien asimile democracia a república y autocracia a monarquía. Y yerra quien piense que el mero hecho de sustituir a un rey de naturaleza hereditaria por un presidente de la república representativo como en Alemania o en Italia mejorará el sistema y fortalecerá el pluralismo. La salud de una democracia depende de otras muchas cosas. |
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1 Orden: Fecha | Votos 5 mensajes en este hilo creado hace . | |||
| #Muy buen artículo @Alphavile :) | ||
| #Gracias @Chiribito | ||
| #No puedo nada más que dar mi más sincera enhorabuena por este excelente artículo, me quito el sombrero. | ||
| #Me sangran las manos de aplaudir. | ||
| #Dejo por aquí esto, con la contribución notable de LordLenin :) |
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