POL
203938 Byzantium
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El Duque de Bahía organiza la Tutoría de D. Leandro de Tudolor

Durante los días de viaje hasta el Maestrazgo Real, D. Carlos, el Duque de Bahía, no dejaba de darle vueltas a la carta que recientemente había recibido.

[quote]Mi muy estimadísimo Carlos:

Espero con todo mi corazón que estéis bien de salud y de espíritu. Todos los días ruego al Guardián Supremo para que os otorgue la fuerza y la sabiduría necesarias para que podáis recuperar el lugar que por linaje os corresponde en la nobleza polesa. Sin embargo hoy me urge hablaros de temas más mundanos, pero más acuciantes. Como sabréis, tras la muerte de Su Majestad Lector I, en circunstancias que pese a no hablarse aclarado me puedo imaginar, su joven hijo, Leandro de Tudolor y Trastocada ha quedado huérfano. Lady Golondrina de Trastocada ha largo tiempo que murió y no vive ningún miembro más de su familia.

Es por ello que, como único amigo que me queda en la alta nobleza, debo recurrir a vos. Hace mucho que no nos vemos regularmente, desde que dejé de ser vicemérito en aquel pueblo de Bahía cercano al castillo de vuestro padre. Aún recuerdo cómo os escapábais para acudir a mis plegarias abiertas y redescubrir la fe que vuestro ciego padre había abandonado. Las raíces de la Verdad, el credo del que por perversión, positiva como en el caso de la Iglesia de la Trideidad, o negativa como los seguidores del Kyrie, nacen todos los demás credos poleses.

He criado a Leandro como a un hijo, y esta decisión es para mi, posiblemente, la más dura de toda mi vida. Desde que soy emérito en el Castillo de Altocampo, ahora tras la muerte de Lector elevado a la categoría de archiemérito, me he preocupado por su educación, tanto filosófico-humanística como militar y de destreza y diplomacia, para que conociera todo lo necesario para ser digno sucesor de su padre. Pero mis obligaciones para con la Sacra y Primigenia Iglesia serán ahora mayores que nunca, y no confío además que, viendo lo que le ha pasado a Lector, le pueda pasar algo similar a Leandro. También me veré obligado a abandonar este castillo, pues Leandro no tiene edad para ostentar el título de barón.

Es por todo ello que necesito que, bien vos, bien alguien de vuestra suficiente confianza, ilustrado pero a la vez ducho en el arte militar, prosiga con la educación de Leandro. Si bien puede ser aún joven, encontraréis que es muy interesado por absolutamente todo y una compañía fantástica, ávida de conocimientos del mundo. Asegura que quiere estudiar en la Universidad de Miramar el arte de la Alquimia, y aunque tal empeño no sea nobiliario no creo que encontréis, como no he conseguido yo, cambiar su parecer. No obstante queda mucho para ello.

No obstante he de advertirle de que el joven no conoce aún el destino de su padre. Si bien Lector nunca se preocupó en demasía de él, la cuestión es que le idolatra, y no me he visto en la capacidad de contarle la triste verdad. Es especialmente sangrante en tanto que, además, no se encuentra su cuerpo para darle el debido rito kidemonita.

En cualquier caso, sólo puedo agradecerle todo lo que ya ha hecho y estoy seguro que, se una forma u otra, seguirá haciendo por Leandro. Un afectuoso saludo,


Heliodoro de Ponturas
Archiemérito de Altocampo
[/quote]

D. Carlos no sabía como reaccionar al encargo. Desde luego, su reciente experiencia con el Emérito de Bahía he había trastocado y su confianza respecto a la estructura religiosa del Kidemonismo se había reducido. Al mismo tiempo, había encontrado en el Cigueño Mayor, su tío @Chiribito , una voz de moderación que se había significado frente a la abundante agresividad que imperaba en el reino. Su fe, en lo personal, no había cambiado. Pero sus intereses religiosos... quizás si.

Tras reflexionar, envió la siguiente carta.

Estimado Heliodoro.

En buena nueva puedo comunicaros que las plegarias en la que te me encomiaste han debido servir, pues nuestra Majestad ha confirmado en mi la herencia que correspondía a mi Padre. Encuentro -y no por conveniencia sino por convicción- que la moderación de nuestro nuevo Rey puede sonreir a todas las sensibilidades religiosas en un grado superior incluso al de D. Lector, por contradictorio que parezca.

No gastaré vuestro tiempo hoy con interesantes cuestiones filosóficas y religiosas, como antaño hacíamos, y busco con ansia el momento de encontrar una excusa para encontrarnos en persona con el tiempo suficiente para tratar estas y otras cuestiones que interesan a personas de nuestra particular sensibilidad. Lo que nos ocupa sin embargo es la Educación del heredero que os ha sido encomiado, tarea a la que sin duda quiero dar el máximo valor.

He pensado en darle a usted, en total convicción de mi entrega a su servicio, la opción de elegir entre tres de mis más cercanos sirvientes.

D. Kvothe de Horse es mi más cercano servidor, mi mayordomo mayor. Familiar lejano, pertenece por sangre y convicción a la Casa de Horse. Pero de entre los servidores de Horse, D. Kvothe destaca por algo que no es habitual en su familia, y es la capacidad de argüir y conocer en extremo grado las particularidades del género humano en la corte. Y estas sapiencias, que a mi son en extremo ocultas, son valiosas para todo aquel que se mueva en ella. Pero, como ha de entenderse, D. Kvothe no es un hombre de nuestra sensibilidad y estimo que la respeta tan solo por conveniencia.

D. Ignacio de Ribadabia es un veterano al servicio de mi Casa y como tal, es un caballero de alto rango de la Orden de Horse, pese a su humilde origen. Lo único que D. Ignacio respeta más que al Cigüeño Mayor es a los hombres de guerra y, siendo leandro instruido por tal valiente persona, estimo que debiera servir al mismo propósito.

En último grado, he de proponer a uno de mis más cercanos compañeros, el Caballero Capellán D. Herminio de Horse, hombre de nuestra sensibilidad, al que destaco como único capellán de la Orden de Horse entregado a un entendimiento de la religiosidad más elevado quizás que el de la mayoría de los trideidarios. Aunque no sería un hombre de religión que usted considerara digno de emeritura, D. Herminio entiende la religiosidad en una forma tan abierta y amable que de ser conocido en corrección por su Archiemeritura y el Cigüeño Mayor, lo considerarían de una vez y al unísono la verdadera encarnación de los valores del ecumenismo. Por supuesto, es un hombre bien experimentado en Corte y Guerra, si bien no sirve a tal propósito tanto como los otros candidatos.

En ese sentido, déjeme encomiarme a su sabiduría para tomar la decisión en mi nombre, a sabiendas de que no es mi voluntad decidir por mi mismo todo aquello que, en normalidad, hubiera discernido un hombre de su Casa.

El Duque de Bahía
D. Carlos de Poniente y Bribón

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224206 Lector
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#En un receso de las negociaciones del Consejo Noble que se estaba celebrando en el Palacio Real del Maestrazgo bajo la presidencia de Su Majestad Real Lord Alester I de Fredonia y Poniente, Heliodoro de Ponturas, Archiemérito de Altocampo y como tal cabeza de la Sacra y Primigenia Iglesia del Kidemonas tras la muerte de SMR Lector I de Tudolor y Trastocada, se reunió en una sala apartada y convenientemente despejada para la ocasión con Lord Carlos Byzantium de Bribón y Poniente, Duque de Bahía, con el fin de discutir los pormenores de la tutoría del joven Leandro de Tudolor, hijo del difunto Rey y carente de familiares directos.

Los candidatos presentados por Lord Carlos Byzantium son tres: Don Kvothe de Horse (conocido como D. Cuouz en Altocampo, pues en tal zona hay gran tendencia a escribir fonéticamente), insigne mayordomo mayor de la Casa de Bribón, con gran conocimiento de la Corte; Don Ignacio de Ribadavia, veterano hombre de guerra de Bahía a las órdenes de la familia del Duque y, por último, Don Herminio de Horse, hombre versado en teología y de mente abierta, que también conoce, aunque no tanto, de Corte y guerra.

Cuando Heliodoro de Ponturas llegó a la sala del donde había quedado con Lord Carlos Byzantium, éste ya se encontraba allí, observando la maravillosa vista que había desde los grandes ventanales de la bahía. Al entrar en la sala Heliodoro hizo una leve inclinación de su cabeza y saludó al Duque. Inmediatamente éste se dio la vuelta, con una sonrisa afable que, sin duda, recordaba su infancia y los buenos tiempos que había pasado cuando más coincidió con Heliodoro, y le devolvió el saludo:


[estilo=color:red]Encantado de verle, Emeritura. Largo tiempo ha desde la última vez que tuvimos tiempo para hablar en privado. ¿Ha tenido la oportunidad de reflexionar sobre los contenidos de mi misiva?[/estilo]

[estilo=color:blue]El placer es mío, Lord Carlos. Como bien decís, hace mucho que no tenemos tiempo para hablar tranquilamente como antaño. En efecto, he estado pensando en mi camino hacia aquí en los tres candidatos que me habéis propuesto. He de decir que ha sido difícil hacer una decisión entre tan destacados prohombres de esta vuestra Casa, pues todos tienen gran potencial y talento en sus respectivas cuestiones. Don Cuouz de Horse, sin embargo, es el que yo estimo cumplirá en mayor grado con los requerimientos de la tarea que se precisa.[/estilo]

[estilo=color:red]Estoy seguro de que le agradará saberlo.[/estilo]

[estilo=color:blue]Y es que el joven Leandro no busca ser grande en el campo de batallas, pero necesita aprender a moverse en la Corte con soltura. Don Ignacio de Ribadabia es buen hombre, pero demasiado belicoso para mi gusto y, con toda sinceridad mi estimado Carlos, para hombres versados en la fe Leandro ya me tiene a mí.[/estilo]

[estilo=color:red]D. Kvothe le sabrá transmitir sin duda esas habilidades que D. Leandro requiere. Aunque no ha acudido a este cónclave, pues permaneció en el Castillo de Arboleda en calidad de gobernador.[/estilo]

[estilo=color:blue]Perfecto, entonces.[/estilo]

[estilo=color:red]Así será entonces.[/estilo]

[estilo=color:blue]Maravilloso, simplemente maravilloso. ¿Quizás debería enviar una paloma mensajera al Castillo de Altatorre, en Altocampo, donde ahora mismo está Leandro, para que vaya a Arboleda, o irá Don Cuouz a verle?[/estilo]

[estilo=color:red]Si le parece bien, acabado el Consejo acudiré con usted a Altocampo, ya que no es un hombre de largos viajes, D. Kvothe y ha de trabajar mi toma de posesión sobre el ducado y no ha de acostumbrarse nadie a dejar de pagar impuestos. Una lección que Leandro tendrá que aprender pronto.[/estilo]

[estilo=color:blue]Entiendo, entiendo. Yo no soy hombre versado en esos temas, pues en Altocampo se recauda en nombre del Barón, inclusive los impuestos para mantener a la Sacra Iglesia del Kidemonas, al revés que en otros territorios donde cada propia capilla recauda como bien pueda. Yo sólo recibo el dinero de manos del Secretario del Tesoro del Barón.[/estilo]

[estilo=color:red]Volvamos entonces con el Rey.[/estilo]

[estilo=color:blue]Entonces entiendo que, una vez que lleguemos a Altocampo, ¿Leandro irá con vos?[/estilo]

[estilo=color:red]Sí. Aunque D. Kvothe le tutorice, no perderé oportunidad de conocerle.[/estilo]

[estilo=color:blue]Muy bien, ya veréis que es un muchacho maravilloso. Como siempre, ha sido un placer hablar con vos. Volvamos pues con el Rey[/estilo]


Y ambos marcharon a la Sala del Consejo, pues la reunión de éste estaría a punto de continuar, y los temas a tratar eran vitales.

224516 Theomoro
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#[b]VALORACIÓN DEL MODERADOR[/b] @Byzantium @Lector

El Rey valora muy positivamente la tutoría de D. Kvothe al joven Duque de Miramar, D. Leandro. Considera Su Majestad que la colaboración entre casas nobles es buena señal y simboliza la etapa de paz y estabilidad que se ha instaurado en el Reyno, a la que el Rey egocéntricamente le gusta llamar [i]Pax Alesteriana[/i], para bochorno de alguno de sus asesores.

En cualquier caso, esta decisión tiene efectos significativos en el mapa político de las provincias de Polesia: la Casa de Poniente, en especial la rama de los Bribón, gana poco a poco una mayor influencia entre los nobles del Consejo Noble. El Rey considera que el líder de la Casa de Poniente, D. Carlos, es un fiel aliado suyo con el que comparte visión y proyecto para el Reyno, pero sólo el joven Duque sabe si es cierto o no.

Por otro lado, no menos signficativo, para ser que se produce un equilibrio fáctico entre el credo trideidario y el kidemonita, al menos en representación nobiliaria e influencia.

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