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El despertar de la bestiaEl silencio en el Borde Exterior no es paz; es una amenaza contenida.[img]https://i.ibb.co/CstvRcPP/1764412841889.png[/img] En las entrañas de la [i]Leviatán[/i], una inmensa mole de roca, hierro y motores del tamaño de una luna pequeña, el aire olía a ozono y grasa reciclada. [b]Khan Bradduk[/b] permanecía inmóvil en su trono de mando. [img=800x400]https://i.ibb.co/mVMtxpzZ/1764412592113.png[/img] Era una figura gigantesca, incluso para los estándares de los Nacidos en el Vacío. Su piel era blanca como el hueso, curtida por la radiación de mil estrellas muertas, y su cuerpo estaba cubierto por la [i]Armadura del Legado[/i]: placas de metal negro soldadas sobre huesos de bestias del vacío. Bradduk no miraba a la tripulación que operaba los sensores en la fosa bajo su trono. Sus ojos, oscuros y hundidos, estaban fijos en una pequeña caja de metal pulido que descansaba sobre un pedestal antigravitatorio. [img=800x400]https://i.ibb.co/mV96HGNd/1764412473675.png[/img] Era el [b]Receptor del Juramento[/b]. Durante tres mil años, aquel objeto había permanecido inerte, un ladrillo de tecnología olvidada que los anteriores Khanes habían pasado de padre a hijo como una maldición. La leyenda decía que estaba vinculado al latido del corazón de la Emperatriz. Mientras ella viviera, el Receptor dormiría. Y mientras el Receptor durmiera, los Clanes no podían cruzar la Línea de Hydrus. De repente, el zumbido de los motores de la nave pareció detenerse por un microsegundo. [i]Bip.[/i] Una luz roja, cruel y constante, parpadeó en el centro del dispositivo. El sonido fue apenas un susurro, pero para Bradduk sonó como un disparo de cañón. El Khan se levantó. El sonido de su armadura al moverse, hidráulicos siseando y placas chocando, hizo que todo el puente de mando se congelara. Cientos de oficiales, guerreros y pilotos de diversas especies se giraron hacia él. —Mi señor... —graznó Gora, su segundo al mando, un humanoide corpulento con implantes cibernéticos en la mandíbula—. ¿Es...? [img=800x400]https://i.ibb.co/DPRBjj7L/1764412698992.png[/img] Bradduk extendió una mano inmensa y tomó el dispositivo. Lo aplastó con una sola mano hasta convertirlo en polvo metálico. —La Bruja Solar ha muerto —la voz de Bradduk retumbó como un trueno subterráneo—. El Juramento ha expirado. La deuda de sangre está saldada. Caminó hacia el gran ventanal de plastiacero. Fuera, en la oscuridad insondable, se extendía la [b]Gran Flota[/b]. No eran naves elegantes como las del Imperio. Eran mundos errantes. Asteroides ahuecados erizados de torretas, estaciones espaciales unidas por cadenas de atraque kilométricas, y miles de naves de asalto que zumbaban alrededor de las naves nodriza como un enjambre de avispas furiosas. Una civilización entera, armada y hambrienta, que había esperado en las sombras durante tres milenios. —¿Cuáles son sus órdenes, Gran Khan? —preguntó Gora, con la mano temblando sobre la empuñadura de su sable. Bradduk sonrió, una mueca que estiró las cicatrices de su rostro. —Envía la señal a todos los Clanes. A los Hijos del Motor, a los Devoradores de Soles y a la Vanguardia de Hierro. Diles que enciendan los reactores principales. Diles que vamos al centro de la galaxia. Se giró hacia su tripulación, alzando el puño. —¡Preparaos para reclamar lo que es nuestro! ¡No pararemos hasta que la [i]Leviatán[/i] proyecte su sombra sobre el Palacio Imperial! El rugido de aprobación de la tripulación sacudió la estructura de la nave. La espera había terminado. La caza había comenzado. |
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