| #El Rey recibió la carta del Señor de Baronburgo de manos de su gentilhombre, que le resumió su contenido. El rey diría:
“Este Señor nos ha sido leal, en un momento en el que el Norte se nos rebela de manos de los proscritos trideidarios. Sin duda su petición es tan elocuente como atrevida, pero no quita para sea razonable. Cuando el señor de Baronburgo vuelva a Ciudad de Pol, con Adso Chiribito II preso y la cabeza del Duque Jairo con ayuda de mis huestes en una bandeja, será Mano del Rey.â€
Y le respondieron:
[i]Mi querido Señor:[/i]
[i]Recibo vuestra misiva con gran alivio y cariño. Agradezco que combatáis el Duque Jairo si fuese preciso. Espero que podáis hacerle entrar en razón antes de las huestes de Miramar y el Maestrazgo lo ataquen sin compasión. [/i]
[i]Os recuerdo lo importante que es que traigáis a Adso Chiribito II a mi Corte, para que quede aquí con nosotros, en vez de en esas gélidas tierras norteñas. Como persona de fe que sé que sois, que respetáis tanto la Trideidad, tenéis mi palabra de honor de que Adso Chiribito II no sufrirá daño alguno y será tratado como uno más de mi Corte.[/i]
[i]También os anuncio cuando volváis a Ciudad de Pol seréis nombrado mano del Rey, a razón de tierras y títulos, además 45 coronas del Reyno diarias.[/i]
[i]Sin más os desea buenas gestas,[/i]
[i]SMR Eltomash I[/i] |
| #[i]Al fin, después de 1 día de tortuoso viaje, el mensajero alcanzó la comitiva del señor de Baronburgo. Los estandartes de su Casa, negros y dorados, se observan en un rellano, al lado del río. Cuando el mensajero llegó, este se dirigió inmediatamente a la tienda del Señor, que se hallaba degustando un jabalí asado y una copa de vino tinto del Señorío en compañía de sus más fieles asesores.[/i]
— Mi Señor, traigo una carta de SM el Rey para vos. Es urgente que la leáis — dijo, con la respiración acelerada, el mensajero.
— ¿Qué puede querer Su Majestad de este humilde Señor? — se preguntó D. Gerold, mirando a sus consejeros, aún acabando de masticar la deliciosa pata de jabalí.
[i]El Señor se lavó las manos con un poco de agua y limón y se dispuso a leer la misiva. Su ceño se frunció y, una vez leída, la compartió con sus fieles consejeros. [/i]
— El Rey pide que nuestras tropas marchen hacía el Norte para batallar al Duque Jairo. Nos promete tesoros y nuevas tierras. Hacía allí nos dirigíamos, pero con otros fines. Cierto es que nos oponemos a la rebelión del Duque, mas no ignoramos que es hermano de Fe — reflexionaba en voz alta el Señor.
— El Rey nos necesita, sin duda alguna, mi Señor. Esta es una gran oportunidad para nuestra Casa para demostrar nuestra lealtad a la Corona — añadió uno de los consejeros.
— Cierto es lo que decís, apreciado Guillermo — contestó el Señor.
— Pero, mi Señor, el Rey persigue a los trideidarios como vos. Que las promesas del Rey no cieguen vuestra Fe — expresó con voz seria otro consejero.
— Cierto es también lo que decís, querido Federico — respondió el Señor.
Gerold, hombre viejo y avaricioso, se levantó y se paseó por la tienda en silencio. Sus consejeros y el mensajero esperaban. Finalmente, el Señor de Baronburgo tomó la siguiente decisión:
— La Casa de Baronburgo ha sido siempre fiel a la Corona. Cierto es que tenemos nuestras diferencias con el Rey, mas mantenemos nuestra lealtad a la Corona. Si defendemos a los que se rebelan contra ella, ¿acaso no estamos justificando a aquellos que se rebelen contra nuestra propia autoridad? El Rey demanda nuestra apoyo y lo tendrá, mas seremos justos a nuestra Fe y a aquello en que creemos, que es una Polesia en paz. Si queremos que el Rey cambie no hay mejor manera que ganarnos su confianza. La guerra no es buena para nuestro Señorío ni nuestros mercaderes. Al Rey voy a escribirle y esto decirle: que cuente con nosotros, fieles servidores de la Corona y de la Fe.
[i]Y entonces se retiró el Señor a su privada dependencia, tomó papel y pluma y le escribió al Rey @eltomash2 lo siguiente:[/i]
[quote][i]Majestad:
Como bien sabéis, este Señor que os escribe y sus antecesores ha sido siempre leales a la Corona. Y lo seguiremos siendo, pues acudiremos a la llamada de Su Majestad para defender el Reyno de los bárbaros y los rebeldes. Mi Rey, mi Casa y mi Señorío son fieles a la Corona que vos portáis hasta que los Dioses lo quieran, y por ello debo decirle con absoluta sinceridad que respondemos a vuestra llamada aunque no estemos de acuerdo con todos vuestras decisiones como Rey.
Si Su Majestad aprecia nuestro honesto apoyo, deseamos que nos lo demuestre. Creo que puedo servirle tanto en campo de batalla como en las salas de la Corte de Polesia, pues tanta es nuestra destreza con la espada como con la palabra. Le propongo que me nombre Mano del Rey y me permita representarle en las Tierras del Norte. Con los rebeldes negociaré y les mostraré la magnificencia de su Rey. De una oportunidad a la cordura, Mi Rey, y demuestre la grandeza de la Corona y su reinado.
Como usted ha acudido para reclamarnos ayuda, pese a ser un creyente trideidario, seguro estoy de que mi Fe no será problema para vos cuando reciba mi consejo en los asuntos del Reyno.
Marcho ya para Tierras del Norte, mi Rey. Mande un cuervo negro al encuentro de mi comitiva si su respuesta a mi proposición es afirmativa. Entonces llegaré a mi destino como Mano del Rey y representante de la Corona. De lo contrario, sólo el Divino Kidemonas sabe que ocurrirá.
Se despide su leal servidor,
Gerold Baronburg
¡Viva El Rey![/i][/quote]
— Dispongan todo para partir mañana al alba. Tenemos mucho camino que recorrer —concluyó el Señor. |
| #Después de una larga travesía desde las Tierras del Norte, Gerold Estuario, Señor de Baronburgo, se encontraba de nuevo en tierras del Señorío. Agotado por el interminable trayecto y las extenuantes negociaciones con el Cigüeño Viejo y el Duque Jairo, los menesteres del Señorío no le permitían descansar como hubiera gustado.
Sentado en su despacho, un gentilhombre hizo acto de presencia y pidió permiso para hablar. Traía una misiva de SMR Eltomash I de Oriente. El Señor la abrió con cuidado mientras con la mano daba señal al sirviente de dejarlo solo. Su ojos expresaban satisfacción: el Rey le había nombrado Mano. Por momentos, Gerold había dudado de la palabra del Rey, pero este había finalmente cumplido.
[i]— Y lo he conseguido sin tener que derramar una gota de sangre. Me demando la cabeza del rebelde, y este aún la conserva. Pronto los fieles llegarán a Baronburgo y restarán protegidos de la barbarie del Rey. "Por la boca muere el pez" es el lema de mi Casa y que razón tenía mi abuelo, Lord Gilberto, cuando nos inculcaba el valor de la discreción. hoy estaría orgulloso.[/i]
Y sin mayores gestos, el Señor y Mano siguió estudiando los papeles que presidían la mesa de su despacho. |