Regalo a SM Eltomash I de Oriente

#Cuando Su Majestad Real Eltomash I recibió el regalo, no pudo alegrarse más. Su mano no solo me había granjeado ser el Rey que había mostrado misericordia con sus enemigos más acérrimos trideidarios, sino que le mandaba buenos caldos desde sus dominios en Baronburgo.

El Rey, que era experto en licores y bebidas espirituosas, no pudo desaprovechar la ocasión de envejecerlo, para un día disfrutar de un vino más añejo. Pero salvo una jarra de vino que pensaba consumir inmediatamente.

Mandó a Lucinta, una joven preciosa, elegante y dulce, llevarle la jarra y dos copas a la habitación, mientras pedía a su gentilhombre de cámara que hiciese guardia en la puerta, como acostumbraba el rey. 

Los estruendos que salían de esta habitación cuando el rey entraba con jóvenes escandalizaban a los que pasasen cerca y los rumores acababan todos en las orejas de la Reina Paula, por lo que siempre lo hacían así.

Y allí el rey bebiose el vino y comenzó su juerga.

#Al poco tiempo de comenzar su juerga el Rey se sumergió en un profundo sueño que, al principio, le recordaría aquellas fiestas con amapolas en las que todos los presentes caían en un sueño profundo, placentero y anestesiante.

Pensé que el buen baron y mano del rey habría añadido un poco de estás en el licor, dándole un poco de magia, pero su consciencia se fue apagando poco a poco (lo cual nunca me había pasado).

Lucinta, la joven, ya se encontraba tumbada en la cama, totalmente inconsciente.El Rey; con mucho más aguante que ella, la observaba mientras su estado mental empeoraba. La chica comenzó a arrojar por su boca el contenido de sus tripas, y, al no poder respirar comenzó a ahogarse. La amapola era tan fuerte que las sacudidas de su cuerpo no eran suficientes para eliminar el vomito de sus fauces y acabó tragándolo y muriendo, ante un Rey lmpasible y drogado.

Poco a poco el Rey intentó, más sin éxito, evitar la propio gritando, tirandose de la cama, pero no lo consiguió.

Su suerte estaba echada.