Enrique el minero, hijo de Eltomash el minero, había jurado venganza por la muerte de su amado padre y de Mendinguez. Y ahí, enfurecido, decidió comenzar a tomarse la justicia por su mano, viendo que la ciudad volvía a la normalidad contra la que tanto se había luchado.
Su padre, el minero, no le había hecho demasiado caso. Lo cierto es que el minero solía ir con meretrices e ignoraba a su mujer e hijo. La revolución y la paternidad son incompatibles, supongo. Pese a ello, había crecido en el barrio proletario y todo el mundo admiraba a su padre, lo que le había hecho sentir una suerte de "cariño" por él.
Cogió una caja de botellas de ron y se puso delante de palacio. En el mismo sitio que meses atrás había habido una guerra gritó para todas las gentes:
[quote]¡¡¡Todo aquel que quiera una botella de ron no tiene más que mear en la puerta de palacio!!![/quote]
Poco a poco los mendigos y los reventados de la ciudad fueron recogiendo su botella y meando. Enrique no paraba de gritar:
[quote]¡¡¡Todo aquel que quiera una botella de ron no tiene más que mear en la puerta de palacio!!![/quote]
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#Cuando a Enrique se le acabó el ron, que fue pronto porque era más pobre que un piojo y los mendigos eran muchos en la ciudad, creyó que su [i]performance [/i]no había atraído la atención de demasiada gente y se agobió bastante. ¿Por qué no podía él tener el mismo carisma que su padre y que Mendinguez?
Se le ocurrió que sería buena idea solicitar una reunión con el príncipe para aclararle todo lo que pensaba sobre él. Pensó que una carta sería buena idea, pero Enrique no sabía escribir. Su padre se había gastado toda la pasta en meretrices y la revolución y no había podido pagarle la educación básica.
Así que decidió volver a los bajos fondos a buscar a alguien que pudiera manuscribirle una carta. Se marchó andando al barrio y se fue encontrando con su gente: el piernas, el muela-rota, el drogata. Pero ninguno de ellos sabía escribir. Buscó y buscó: el cornudo, el borracho, y nada. No había manera de encontrar a nadie que supiese escribir.
Así que pensó:
[quote]No hay por aquí ni uno que sepa juntar cuatro letras? Quizá ese sea el problema real de Syldavia :roto2:[/quote]
#Enrique se topó con una muchachita, de no más de 20 años, que miraba atentamente a la muchedumbre que rondaba la plaza ya de madrugada. Parecía más curiosa que otra cosa, como quien nunca se ha asomado al barrio en una noche cualquiera. Como una de esas chicas de familia bien que cuando ven la lascivia y el vicio se les va la cabeza y arruinan la vida a toda su familia.
Enrique se fijó en ella porque era experto en golfas y esta no lo era. Todas las mujeres con las que se había relacionado en su vida o bien eran buscavidas y usaban a los hombres para alcanzar sus fines (hacen bien) o bien eran meretrices. Esta chica era la primera que no parecía ni lo uno ni lo otro.
#Inés Botero salió de casa de la modista, de quien estaba tomando clases. Esa semana estaban acabando un vestido de casamiento, a punto de agotar el plazo, y las alumnas más aventajadas se habían quedado hasta tarde ultimando los detalles de esa bonita pieza de costura. La novia era una joven del barrio muy bella, así que merecía la pena esforzarse en un vestido que iba a ser lucido con todo esplendor.
Agotada pero satisfecha, salió a la calle, frunció las mejillas al contacto con el aire fresco, y desandó el corto camino hacia su casa, apenas doblando la esquina, con los pensamientos confusos entre las telas semitransparentes y la fantasía del sabor de una cucharada caliente y sabrosa de la sopa que, se bien seguro, su madre le tendría guardada en caliente sobre la cocina. Cuando dobló la esquina, y la farola dejó de deslumbrarla para dibujar delante suyo su propia sombra, a cada paso más alargada y difusa, pudo distinguir una silueta en la otra acera, que la observaba. En unos poco pasos ágiles, lo que resultó ser un muchacho de aspecto aseaso, aún con un extraño olor a destilado de barrica, se plantó ante ella y, sin darle tiempo a formular medio pensamiento, le soltó:
[quote]Buenas noches. ¿Sabes escribir?[/quote]
Ella se quedó aturullada. Primero se ruborizó, luego notó que el aliento del muchacho no olía a borrachez. Algo más tranquila, notó que el chico era bastante bien parecido. Sin saber muy bien porqué, volvió a ruborizarse, ante lo que el muchacho le dedicó una sonrisa. Recordó que le habían hecho una pregunta, y su parte de niña le decía que no debía entablar conversación con extraños en la calle, y la jovem mujer que brotaba en ella deseaba conocer más de ese joven.
[quote][color=#b20080]Si, sé escribir. Pero, ¿con quién tengo el gusto de hablar?[/color][/quote]
#Enrique parecía un pasmarote. Había visto acercarse una joven muchacha, de piel blanca, refinada y bella, distinguida. Si la frase “qué hace una chica como tú en un sitio como este†hubiese sido inventada en este siglo, podéis tener por seguro que la hubiera usado.
Si él hubiese sido médico, escribano o noble hubiese puesto la ciudad a sus pies. Le hubiese regalado la luna, pero Enrique era Enrique, y solo había tratado con furcias hasta el momento. No sabía muy bien cómo dirigirse a ella ni qué responder.
De pronto le invadió un miedo atroz a tartamudear. Notó humedad en su frente y temió sudar. Cuando por fin se atrevió a responder a la chica pensó en la reacción de ella al saber que era hijo del minero. A saber qué le habrían contado sobre su padre. Pero ante la mirada de incredulidad de la chica tuvo que abrir el pico atropelladamente.
[quote]Soy Enrique, el hijo del minero. He bajado de las montañas a la ciudad para hacer justicia tras la muerte de mi padre.[/quote]
Ahí supo que quizá la había cagado.
[quote]No soy violento, quiero dejarte eso claro. Solo te he abordado para enviarle una carta al príncipe, pero no sé escribir. Quiero reunirme con él para zanjar el dolor que ha causado.[/quote]
« Solo te he abordado » y se sintió el ser más estúpido, incluido los unicelulares. Estaba ante la chica más hermosa de la ciudad, pero la había [i]abordado[/i] y encima solo para obtener un favor de ella.
[quote]Perdóneme por mi atrevimiento. Ahora que la veo tengo que decirle que es la mujer más bella que he conocido jamás. [/quote]
Y le echó arrestos a la cosa:
[quote]¿Se tomaría conmigo mañana un café en un lugar distinguido para escribir la carta? El placer de su compañía será todo mío.[/quote]
#Inés quedó entre decepcionada y entiernecida, al ver a ese varonil ejemplar hablando cómo un patán pueblerino. Su primera reacción fue responder un "No, lo lamento." y seguir andando, pero le picó la curiosidad la idea de correr una "aventura" y transgredir la conducta moralmente intachable que se le suponía, aún que fuera simplemente tomar un café con un muchacho sin pedir permiso a sus padres. Además, con un chico tan adorablemente patoso, seguro que no había peligro. "Ni siquiera sabe mi nombre", pensó. Con su anonimato, la reputación estaba a salvo, si el encuentro tenía lugar fuera del barrio.
[quote][color=#b20080]Está bien. Mañana a la doce y media en la taberna de la Paca. Traiga pluma y papel.[/color][/quote]
Dicho esto, empezó a andar de nuevo, ignorando al joven y sin darle tiempo a responder. Excitada por estar jugando con un poder intuido pero nunca ejercido, se dirijía a su casa pensando en la cita del día siguiente. El vestido de novia y la deliciosa cena que le esperaba en casa habían desaparecido totalmente de su pensamiento.
#Enrique llegó muy nervioso a la taberna de la Paca. La conocía bastante bien, pues había estado muchas veces. En otros tiempos iba a puerto y ayudaba a descargar los barcos que llegaban a la ciudad y, a cambio, le daban unas monedas que solía gastar ese mismo día en la taberna.
Allí, delante de la puerta, por donde salía un tufillo a alcohol y a perfume barato cayó en que había metido la pata. No sabía cómo se llamaba la chica y temía que las chicas de la taberna comenzaran a saludarle. ¿Qué iba a pensar la chica entonces?
Se había vestido bien. Bien para ser quien era: hijo de una viuda que había malgastado unas cuentas monedas en rol inútilmente. Al menos había podido lavarse (no hacía demasiado frío y había soportado echarse un par de cubos encima). Su madre tenia un poco de jabón que había utilizado Enrique.
Entró a la taberna. Rápidamente se dio cuenta de que la chica nunca habría entrado sola, para no ser confundida con una prostituta, pero le sirvió para reafirmar sus miedos. Una vez dentro, una de las chicas, la “desdentada†se acercó a él y le preguntó si quería volver a pasar un buen rato. Se puso blanco y la rehuyó rápidamente.
Volvió a salir a la calle y le esperó mirando a ambos lados de la calle. @security_bot
#Inés se había excusado antes de tiempo de casa de la modista. Con la excusa de hacer unos recados en el mercado por cuenta de su madre, se había zafado de la estrecha vigilancia de su mentora, y se había dirigido hacia el centro. De camino a la Plaza, iba con pies de plomo, escudriñando las caras de toda persona con quien se cruzara, lista para disimular su identidad en caso de ver un rostro familiar.
Tuvo suerte, y a esa hora sólo encontró algunas vecinas volviendo del mercado, demasiado concentradas en comentar los chismorreos recién adquiridos sin por ello dejar caer los víveres que acarreaban. Con dar un pequeño rodeo esquivando el camino más corto, logró pasar desapercibida.
Al pasar de largo el mercado, se sintió más segura, y un pensamiento de libertad le proporcionó unos andares saltarines. Tras percatarse de que estaba provocando alguna mirada curiosa de hombres de mediana edad, se ruborizó y dejó de lado su arrebato infantil, centrándose en moverse cómo una mujer adulta, pero sin atreverse a contornear los muslos cómo había visto hacer a las mujeres de moral distraída. Enseguida llegó a la terraza del local de variedades de la Paca. A esa hora, las "varietés" todavía no estaban a la vista, y la clientela se veía bastante compuesta, y tratando con bebidas suaves cómo cerveza o vino de Jerez. Y allí estaba él: plantado al lado de la puerta, buscando intensamente algo con la mirada, todo alrededor, hasta que sus ojos se encontraron la la expresión del muchacho cambió. Cómo quien se quita un peso de encima, sus facciones se relajaron y le dedicó una tímida sonrisa. Con un gesto vacilante, la saludó mientras se acercaba.
[quote][color=#b20080]Espero no llegar tarde[/color][/quote]
dijo ella, a modo de saludo. No era muy correcto que una señorita llevara la voz cantante en una conversación. Cuando el joven @Eltomash negó con la cabeza, pudo ver que tenía un pelo bonito, y que olía a limpio. Le causaba una impresión... agradable.
#Enrique estaba nerviosísimo. La temperatura era agradable, pero notaba humedad en su axila y sus pantalones. Tenía la boca algo seca y no paraba de intentar tragar. Cuando vio a la joven dijo:
[quote]Buenas noches. Debo confesarte que eres la mujer más hermosa que he visto nunca. Y, desde luego, no me parece que este sea el lugar para alguien como tú. Dicen los chismorreos que este no es un café o un bar, sino un lupanar. No quiero que tu honor ni tu honra queden manchadas por alguna mirada indiscreta que te sitúe en la taberna.
¿Podrías decirme tu nombre?
Me gustaría que diésemos un paseo. Podemos ir a ver el palacio del parlamento iluminado mientras charlamos. Tengo papel y pluma encima, descuida.[/quote]
#[quote][color=#b20080]Podría hacerlo. Pero tendrás que ganarte ese derecho. [/color][/quote]
Y con una sonrisa desafiante, dispuso:
[quote][color=#b20080]Vayamos, pero no por la entrada principal, si no por el lado de los jardines, que estará más tranquilo para sentarnos y escribir esa famosa carta.[/color][/quote]
Dicho eso, se dio la vuelta y empezó a andar. Tuvo que contener la risa pensando en la cara de pasmarote que debía estas poniendo Enrique en ese momento, tratando de recuperar la iniciativa. Esperaba no haber sido tan dura cómo para que se cohibiera.